sábado, 23 de agosto de 2014

Tu función.

Se abrió el telón en esa noche oscura
y viste las nubes teñidas por el rojo
eclipse de la luna chorrear sangre
en el oscuro horizonte...
todo lo que quedaba,
resquicios de esa oscuridad
abandonada.

Paranoias de un eterno soñador,
herrar tu caballo, ajustar la cincha,
calzar estribo y nueva ruta
en tu camino; olvidar y rehacer...
mientras el horizonte se desangraba
a tu espalda.

No pensar, no escuchar esa voz,
adelante y que no te pille el sol.

Tierras muertas y secas,
grises y frías, qué mejor lugar
para esconder tu dolor,
que no te alcance viajero...
esta vez no...

Pero dime tú...
¿Qué hacer para escapar de eso
que llevas en tu interior?
Algo incontrolable hasta
para quien lo padece...
incontrolable para tu sed,
casi tan grandes como tus ganas
de escapar.

Déjame decirte que nadie se libra
de pecado ante los ojos de
lo que era tu Dios,
el cual ya no te alumbrará
ni te acogerá, porque para nosotros
no hay lugar en el paraíso.

Llora cuanto quieras, reza...
y aférrate a tu biblia, que se
convertirá en papeles destrozados
cuando la fuerza de la impotencia
pase por tus manos.

No queda más que sucumbir
al antojo de nuestro ser,
volver a esa naturaleza de la que
vinimos y a través de la cual nos
queremos esconder.

Tus ojos empiezan a notar el cambio,
tu bestia ha decidido correr,
en tus manos se refleja el gran animal...
y tú, negándote a la vida y a la sed
decides clavarlas en tu pecho,
regalando a la madre tierra tu corazón,
poniendo fin a esta obra,
en esta noche roja y oscura,
en la que decides cerrar tu telón.

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