no veo luz, no diferencio la noche del día si no es
por que a ciertas horas la presencia de las personas
que hay a mi alrededor disminuye y pasado un tiempo
(que se hace eterno) vuelvo a sentir la voz de mi
madre y su mano en mi frente.
Quisiera gritar, abrir los ojos, mover un músculo
aunque fuese y mostrar que sigo viva, que aun puedo
pensar, que estoy aquí... pero por más que lo intento
no puedo y sentir la angustia que vive la gente a mi
alrededor cada vez me cuesta más.
A muchas personas les gusta jugar con la vida,
hay muchas maneras de hacerlo, pero cuando
ésta se vuelve caprichosa y te reclama no hay forma
de escapar, en ese momento te das cuenta de que no es
un juego aunque a veces lo parezca.
Yo jugaba a algo único para mi, no lo compartía con nadie,
simplemente con las voces que me hablaban,
me decían muchas cosas, incluso poco
a poco me iban mostrando imágenes y yo las seguía,
era divertido.
Un buen día tomé un camino que me mostraron,
era precioso, poco a poco me fue cogiendo la noche
y decidí sentarme a descansar en uno de tantos
bancos que había, estaba tan cansada que me dormí
y ya lo último que recuerdo es que desperté aquí.
Las voces y las imágenes se habían marchado
y mi cuerpo dejó de responder.
El pitido constante ya no lo es tanto, los sonidos
que percibo del exterior son cada vez más leves y
no hay luces que me guíen hacia ningún lugar.
Puedo sentir la fuerza con la que mi madre abraza
mi cuerpo sin vida ya... y de fondo de oye a un
médico decir: no aguanta más, desconéctenla.
Desde ese día solo hay silencio y oscuridad.
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